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Acaparamiento verde

Definición e historia del término

El término de ‘acaparamiento verde’ se usa para describir la apropiación privada de tierras, recursos y agua a gran escala, legitimizada por la protección del medio ambiente o financiada por mecanismos relacionados a la mitigación del cambio climático. Al igual que el concepto de acaparamiento de tierras es un término político, usado tanto por activistas como por académicos para criticar procesos de apropiación de tierras a gran escala. El adjetivo “verde” señala que estas apropiaciones son legitimizadas con argumentos ambientalistas como la protección de bosques, paisajes, clima y biodiversidad. En muchos casos las “agendas verdes” son los ejes motores y las metas principales de la apropiación de tierras vinculada a la conservación de la biodiversidad, al secuestro de biocarbono, a los servicios ecosistémicos, o al ecoturismo (Fairhead, Leach y Scoone, 2012). El término se refiere a procesos observados principalmente durante el siglo XXI, a pesar de que la apropiación de tierras y de la naturaleza no es un fenómeno nuevo, sino una parte intrínseca del capitalismo y colonialismo. Sin embargo, con las políticas climáticas globales de los últimos 30 años una nueva dimensión se introdujo a una vieja dinámica. En casi todos los casos la población local es afectada de manera negativa debido al despojo, al desplazamiento y al cercamiento (enclosure), sobre todo cuando se trata de áreas previamente usadas como bienes comunes (Nowak, 2013: 249).

El término acaparamiento verde fue probablemente usado por primera vez en inglés (green grabbing) por el periodista John Vidal de TheGuardian para referirse a la apropiación de tierras y recursos con fines ambientalistas (Vidal, 2008). Kathleen McAfee ya había analizado el fenómeno antes pero sin usar el término acaparamiento verde usando la frase corta: “vendiendo la naturaleza para salvarla”1) (1999: 133). En 1999 ella analizó la nueva manera en la que instituciones ambientalistas supranacionales, incluyendo la Convención sobre Diversidad Biológica (CDB) y el Banco Mundial “verde”, procuraron regular flujos internacionales de “capital natural” creando un nuevo discurso “global” en el que la naturaleza es construida como una moneda mundial y los ecosistemas son recodificados como almacenes de recursos genéticos (McAfee, 1999: 133). El termino no es muy común en español, sin embargo, hay varios artículos que lo usan (Sunderland, 2012; FUHEM 2013: 16).

Relevancia empírica en las Américas: formas de acaparamiento verde

El término acaparamiento verde se usa para describir diferentes fenómenos que legitimizan la apropiación de tierras y recursos a través de argumentos ambientalistas. A continuación, ilustraré cada forma con un ejemplo de distintos lugares de las Américas, a pesar de que estos fenómenos ocurren también en otras partes del mundo.

Una forma de acaparamiento verde es que ciudadanos ricos (muchas veces del norte global) compran tierras en el sur global: cientos de páginas web operadas por organizaciones de beneficencia, de crédito e individuos ofrecen comercializar hectáreas de bosques, campos y terrenos montañosos con el propósito de protegerlos de la destrucción y de prevenir la aceleración del cambio climático. Grupos de conservación internacionales, como el WWF, Conservación Internacional y la Nature Conservancy atrajeron miles de millones de dólares para establecer parques nacionales en todo el mundo.

En las Américas varias instituciones e inversionistas son importantes en el contexto del acaparamiento verde. En América del Norte el Wildlands Network (antes Wildlands Project) se propone asegurar millones de hectáreas de tierras entre el Atlántico y el Pacífico, desde Canadá a México, argumentando que comprar las tierras que el estado quiere vender es la mejor opción para atender a la vida silvestre. Mientras que en América del Norte no hay mucha crítica hacia este tipo de iniciativas en América del Sur varios actores articulan sus preocupaciones: John Eliasch, un empresario sueco, compró 400,000 acres (~ 162 mil hectáreas) de bosque tropical en la Amazonía brasileña y ecuatoriana y se sorprendió al ser llamado un “eco-colonizador”. El anterior presidente brasileño Lula da Silva declaró que “Brasil no estaba en venta” y varios de sus ministros explicaron “que ‘estos extranjeros bien-intencionados’ eran ignorantes de la realidad de la selva amazónica y deberían de atenerse a influenciar a sus propios gobiernos”2) (Vidal, 2008).

Críticas parecidas se oyen desde Argentina: En la Patagonia (sur de Chile y Argentina) unos 200 ciudadanos norteamericanos ricos compraron millones de hectáreas en nombre de la preservación de lo silvestre. Por ejemplo, Douglas y Kris Tompkins (con sus imperios de ropa North Face y Patagonia), el co-fundador de la CNN, Ted Turner, el financiero George Soros, el actor Cristopher Lambert y la actriz Sharon Stone así como los dueños de otro imperio de ropa, Luciano y Carlo Benetton, todos ellos compraron terrenos con la meta de crear el primer parque nacional costero en Argentina. Dentro de Argentina ellos fueron criticados por haber captado el control sobre los suministros de agua, empujado a agricultores argentinos a que tuvieran que abandonar sus actividades, y contribuido al aumento de precios de la tierra (Vidal, 2008).

Sin embargo, el establecimiento de parques nacionales es solamente una forma de acaparamiento verde. Una segunda forma de acaparamiento verde es la apropiación de tierras incentivada por políticas globales de mitigación al cambio climático. Como demuestran los ejemplos a continuación, programas de secuestro de biocarbono, la producción de biocombustibles y la producción de energía renovable se expanden rápidamente, debido a que son elementos cruciales de políticas climáticas, pero tienen impactos ambivalentes sobre los ecosistemas y muchas veces efectos negativos para la población local.

Un ejemplo de legitimización verde de proyectos en curso es la rápida expansión de instalaciones de infraestructura de energía renovable construidas para la exportación. En el estado mexicano de Oaxaca en la región del Istmo de Tehuantepec, corporaciones transnacionales están construyendo miles de aerogeneradores. Ciudadanos locales critican que las corporaciones y el Estado Mexicano ignoran leyes agrarias y derechos indígenas (Lehmann, 2014). Los conflictos dentro de las comunidades son intensos y las desigualdades sociales se reproducen. En Honduras, represas como Aurora I y II, que provocaron la desposesión violenta de varias comunidades indígenas, son co-financiadas por los Mecanismos de Desarrollo Limpio (Heuwieser, 2015). Los ministerios de medio ambiente promocionan este tipo de proyectos de “economía verde”; 47 proyectos de energía renovable han recibido subsidios estatales desde el 2009 (justo después del golpe militar), los cuales pueden contar con bancos para la integración regional (centroamericana) y bancos para el desarrollo, así como inversionistas privados de Centroamérica, Europa y China (Ibíd.: 133 ss).

Numerosos proyectos legitimizados con argumentos ambientalistas tienen efectos ecológicos sumamente cuestionables: En muchas áreas, por ejemplo, la expansión de monocultivos de palma aceitera se promociona con los argumentos que a) producen agrocombustible y por eso son sustentables y b) sirven como depósito de carbono y por ende permiten recibir dinero en mercados internacionales de carbono. El Protocolo de Kioto pretende establecer un mercado internacional de comercio de carbono con la lógica inherente que las emisiones de CO2 en un lado del planeta pueden ser compensadas con la fijación de las mismas emisiones en otro lugar en el mundo (Seiwald y Zeller, 2011). Para esto se crearon derechos de emisión como bonos comercializables en mercados de capital y llevaron grandes áreas de bosques a las zonas de interés del capital financiero. Esto tiene efectos paradójicos:

“En la lógica del Protocolo de Kioto un campesino quien mantiene bosques maduros en sus tierras no sería elegible para bonos de carbono. Sin embargo, un ganadero que planta palma africana (Elaeis guineensis) en potreros descubiertos de pastizal contaría como si aportara un “depósito” de CO2 adicional [...], a pesar de evidencia científica que demuestra que un bosque tropical maduro es un mejor depósito de carbono que una plantación de monocultivos, sin mencionar otros indicadores de biodiversidad. Semejantes distorsiones han llevado a plantadores de palma africana de aceite a comprar miles de hectáreas de tierras cultivables en el norte de Guatemala.”3) (Grandia, 2007: 488).

Nuevos mercados verdes se desarrollan para depósitos de CO2 – probablemente el programa más conocido es REDD (por sus siglas en inglés, Reducción de las Emisiones de la Deforestación y la Degradación). En muchas partes de las Américas proyectos pilotos desarrollan esquemas bajo los cuales comunidades locales o propietarios de tierras pueden potencialmente beneficiarse monetariamente al decidir no talar los bosques, sino conservarlos. Los diferentes esquemas tienen efectos diferentes pero controversiales en prácticamente todos los lugares (Seiwald y Zeller, 2011; Hackfort, 2012; Alianza Biodiversidad 2012).

Una tercera forma del acaparamiento verde muchas veces es vinculada al ecoturismo y puede ser ilustrada muy bien con un ejemplo de Colombia: la producción de la naturaleza para el consumo turístico en el parque nacional Tayrona del cual más del 90% fue concesionado a manos privadas, ha contribuido al despojo y la criminalización de la población local y sus estrategias de vida como campesinos, pescadores, transportistas, vendedores de comida y guías turísticos (Ojeda, 2012: 357 s). La promoción del turismo fue de la mano con la militarización de los puntos turísticos. El estilo de vida de la población local ha sido encuadrado dentro de acciones destructivas de “invasores” y “ocupantes ilegales” que destruyen la biodiversidad del lugar (Ibíd.: 364). En (diferentes partes de) Colombia se puede observar cierta racialización y etnicización de un comportamiento “verde”: “Comunidades negras” y “comunidades indígenas” son constituidas como sujetos “verdes” que tienen que ser educadas por agencias de desarrollo como empresarios para actividades como la producción de aceite de palma (Cárdenas, 2013: 309). En contraste, poblaciones mestizas son vistas como carentes de una cultura específica y de raíces ancestrales en la tierra y, por eso, no “lo suficientemente verdes” (Ojeda, 2012: 367s).

En muchos países de las Américas la expansión de la producción de aceite de palma es presentada como una tecnología verde, financiada por mecanismos internacionales y ampliamente vinculada al desplazamiento de muchas personas: dentro de las Américas, Colombia es el mayor productor y exportador de aceite de palma; a nivel mundial es el quinto productor y el sexto mayor exportador. En muchas partes del país esta producción fue posible debido al desplazamiento forzado de la población local por grupos paramilitares (Mingorance Cruz, 2009: 280 ss). Honduras tiene probablemente uno de los conflictos en curso más agudos después de Colombia (Edelman y León, 2013: 1699). Las reformas agrarias basadas en el mercado de los años de 1990 así como instituciones financieras estatales e internacionales favorecieron la producción de aceite de palma. Muchas compañías de aceite de palma recibieron préstamos de la Cooperación Financiera Internacional (una sub-organización del Banco Mundial) y al mismo tiempo bonos de carbono bajo el Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto. En la región no hay mucha oposición al cultivo mismo, sino más bien para quién se está produciendo y cómo – debido a que la apropiación de tierras es estrechamente ligada a la violencia, incluyendo desplazamientos forzados, asesinatos y desapariciones forzadas (Ibíd.: 1714 ss.)

Consideraciones teóricas: actores, discursos, impactos

Se está acelerando la apropiación de la tierra y la naturaleza por parte de un amplio grupo de actores para una variedad de usos actuales, futuros y especulativos− en nombre de la “sostenibilidad”, la “conservación” o los valores “verdes” (FUHEM 2014: 16). Los ejemplos anteriormente mencionados demuestran que comparado al proceso de apropiación de tierras en los siglos XVIII y XIX se involucran nuevos actores y nuevos discursos. Un gran número de ellos está involucrado en el acaparamiento verde: desde fondos de pensiones y capitalistas de inversión de riesgo, comerciantes de materias primas y consultores, bolsistas y capturistas de proveedores de servicios SIG y gestores de tecnología, emprendedores de negocios y vendedores (Fairhead, Leach y Scoone, 2012). Además, un número incontable de activistas verdes y ONGs desde el nivel local y de base comunitaria hasta las grandes ONGs internacionales como el WWF, Conservación Internacional y agencias de ecoturismo son parte del proceso en todas las escalas. Adicionalmente es posible reconocer actores que siempre han sido involucrados en conflictos sobre la tierra: campesinos con o sin títulos de tierra, comunidades indígenas y afro-descendientes, movimientos sociales rurales y sus simpatizantes, élites / oligarquías rurales, agencias estatales, compañías mineras, (para)militares, federaciones agrarias compuestas por campesinos grandes y medianas, y, por último pero no menos importante, organizaciones internacionales como el Banco Mundial, bancos regionales de desarrollo, como el Banco Interamericano de Desarrollo, agencias bilaterales como la USAID, GIZ y otras.

A pesar de los nuevos actores involucrados, los impactos para la población local son bastante parecidas. Con muy pocas excepciones el acaparamiento verde significa el desplazamiento de grupos sociales vulnerables e históricamente en desventaja de sus tierras y la alza de conflictos sociales en esas regiones. Por eso la resistencia local a estas dinámicas se está desarrollando y muchos activistas locales, quienes defienden sus comunidades contra la desposesión, son víctimas de violencia tanto de actores estatales como del sector privado. El número de activistas asesinados está aumentando – especialmente en Centroamérica, Colombia y Brasil (Global Witness, 2015).

Algunos autores proponen analizar el acaparamiento verde como una continuación de acumulación primitiva4) que separa a la gente de sus tierras y causa una reestructuración substancial de relaciones de tenencia y producción (Backhouse, 2013). El acaparamiento verde puede ser visto como una estrategia para manejar las múltiples crisis (económica, financiera, ambiental, climática y alimentaria) ya que produce nuevas áreas de inversión financiera encuadradas como verdes, pero que al mismo tiempo evitan la redistribución entre los pobres y legitimiza la posición dominante de las élites (Nowak, 2013: 260). Lo nuevo de estos cercamientos es que muchas veces son motivados por proyectos desarrollistas, climáticos y energéticos con nuevas narrativas legitimizadoras y modos de implementación verdes (Backhouse, 2013: 279).

Para crear “mercancías verdes” se requieren varias transformaciones discursivas: no habría comercio de carbono sin discursos político-científicos que denuncian el calentamiento global, ni cercamiento alguno sin determinar la pérdida de biodiversidad como una amenaza, ni pagos por servicios ecosistémicos sin una narrativa específica sobre el valor de la naturaleza para los seres humanos  (Fairhead, Leach y Scoone, 2012). Los bosques tienen que ser entendidos en función de “la amenaza de su desaparición”, los agro-combustibles tienen que ser perfilados como “sustentables” y  la biodiversidad requiere primero de un valor monetario para ser protegida (Ibíd). Muchas veces las operaciones discursivas se combinan y justifican con narrativas de degradación – el argumento que establece que la población local está “sobre-utilizando” las fuentes de pesca o “sobre-explotando” el suelo, p.e. debido al “sobre-pastoreo” (Benjaminsen y Bryceson, 2012; Nalepa y Bauer, 2012). Tecnologías geo-espaciales, tales como SIG y percepción remota, se usan para establecer ciertas tierras como “suelos marginales”, lo cual significa que estas tierras no son usadas para el cultivo de alimentos y pueden por ende ser usadas para agro-combustibles sin consecuencias negativas (Nalepa y Bauer, 2012).

Aclamacionescríticas y conclusiones

Las críticas al concepto de acaparamiento verde se refieren al hecho que políticas y actividades con implicaciones muy diferentes se subsumen bajo un mismo término. Existe una falta de diferenciación entre aquellas actividades que por un lado son simplemente “lavado verde” de políticas que destruyen el medio ambiente, y actividades que por otro lado tienen verdadero ímpetu e impactos ecológicos. Como fuese, no es fácil distinguir entre los dos, ya que en la vida real, diferentes actores  tienen diferentes intereses y estrategias para hacer lo mismo; el término acaparamiento verde, por ende, no evalúa el impacto ecológico, sino se enfoca en los intentos de legitimación. Además, cabe preguntar por qué muchos autores presentes en el debate no incluyen todos los tipos de las denominadas energías verdes. Hasta ahora el debate sobre la energía solar es inexistente, aunque ésta puede igualmente llevar al despojo de tierras y conflictos relacionados.

Sin embargo, en muchísimas partes de los Américas hay resistencias en contra de la apropiación de la tierra y naturaleza sea con argumentos verdes o no tan verdes; en distintos sitios movimientos sociales buscan nuevas territorialidades y formas de organizar lo común (Composto y Navarro, 2014; Merlinsky, 2016). 

Los ejemplos provistos en este texto demuestran que existe un dilema entre la protección del medio ambiente y la apropiación privada de tierras, agua y materias primas, incluso en los casos en los que las dinámicas de apropiación evitan su destrucción. En muchos casos, los argumentos “verdes” sólo  fungen como base  de legitimización y de hecho tienen impactos ambientales y sociales cuestionables – acaparamiento verde es un término de utilidad para resaltar estos impactos.

Anne Tittor

Traducido por: Nadine Pollvogt (CIAS) y José Luis Méndez Rodríguez (ECOSUR)

Favor de citar como:
Tittor, Anne. 2017 “Acaparamiento verde.” InterAmerican Wiki: Terms - Concepts - Critical Perspectives. https://uni-bielefeld.de/einrichtungen/cias/wiki/g/green-grabbing.xml.

Notas de los traductores:

  1. “to sell nature in order to save it” (McAfee, 1999: 133)
  2. “President Lula da Silva declared that "Brazil was not for sale", and a group of ministers wrote that the charity was attacking the country's sovereignty. These "well-intentioned outsiders", they said, "were ignorant of the reality of the Amazon rainforest and should stick to trying to influence their own governments". (Vidal, 2008)
  3. “Under the logic of the Kyoto Protocol, a small farmer who maintains mature forests on his land would not be eligible for carbon credits. Yet, a rancher who plants African oil palms (Elaeis guineensis) on denuded pastures would be counted as providing an additional CO2 “sink” […], despite scientific evidence that a mature tropical forest is a better carbon sink than a monoculture plantation, not to mention other biodiversity indicators. Such distortions have led to African oil palm planters buying up ten thousands of hectares of farmland in northern Guatemala.” (Grandia, 2007: 488).
  4. Acumulación primitiva (en Alemán: ursprüngliche Akkumulation) es un concepto introducido por Karl Marx. En español el término ha sido traducido como acumulación primitiva, previa u originaria.

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